las horas de luz
A lo largo de los últimos seis meses he ido creando en mi taller más de un centenar de obras de materiales, dimensiones e intenciones muy distintas y planificando unas cuantas instalaciones para realizar directamente en este lugar singular. El conjunto, aunque formalmente variado, tiene vocación unitaria en la medida en que ha sido creado específicamente para acomodarse y potenciar las peculiares condiciones de distribución, volumen, texturas, color y, muy especialmente, el inagotable diálogo entre la cambiante luz y las sombras que se generan en las cuadras y trojes de la Casa Bernáldez, en Viniegra de Abajo.
Siendo un espacio antiguo, evité la tentación de caer en la reconstrucción etnográfica o en el relato historicista, y afronté el reto como una intervención artística contemporánea, atenta a la sensibilidad del entorno y en diálogo con las características materiales del lugar. He hecho todo lo posible por respetar los vestigios, señales y huellas que el uso del recinto ha ido atesorando a lo largo de sus ciento cincuenta años de vida.
Ha sido un trabajo largo y gratificante, modificado en sus previsiones iniciales por las circunstancias que vinieron de la mano de la pandemia y por el freno que la realidad impone siempre a las ambiciosas ilusiones, pero el resultado, seguramente mejorado por esas obligadas derivas y renuncias, me satisface: he buscado un cromatismo delicado, complejo, cambiante, móvil, apoyándome en el crecimiento y retroceso paulatino de la luz natural, filtrada por las ventanas, esencialmente horizontal, contradictoria y complementaria en tanto que multifocal; he trabajado a favor de las sombras y de su movimiento, de su constante circulación, del deslizamiento que dinamiza y dramatiza un espacio voluntariamente estático, congelado, tratando de que ese movimiento diera forma, color y dimensión variable a los objetos. Nunca he tenido tan claro como preparando esta exposición lo acertado de la reiterada afirmación de Giorgio Morandi: “nada es más abstracto que el mundo visible.”
Espero que a ti, querido espectador, también te pueda interesar lo que vas a ver. Te propongo un esfuerzo perceptivo más allá de la rápida ojeada, porque será inmediatamente recompensado a través de un disfrute sensual de matices infrecuentes. Te invito a la escucha atenta y es probable que encuentres respuestas silenciosas, emocionales, imprecisas, confusos ecos de voces perdidas, resonancias inesperadas. Y te aseguro que, si te fijas, encontrarás inagotable variación, constante cambio, porque la exposición será distinta cada rato, en cada visita, ya que el lugar está en constante movimiento gracias al inagotable juego de la mutante luz con las dinámicas sombras.
Los objetos expuestos, tanto los que vienen de fuera tras azarosos ensamblajes como los procedentes del ajuar de la casa una vez desprovistos de su función habitual, pueden considerarse en su conjunto como un almacén de pecios, de restos de naufragios individuales o colectivos, una cosecha de objetos encontrados, fuera de uso o abandonados, a los que he querido dar una segunda oportunidad, otra vida, en una atmósfera neutra, silenciosa, que les permita contar (si tuvieran algo que decir), favoreciendo la relación y el diálogo entre ellos y especialmente contigo, amable visitante.
Los podrás disfrutar durante “las horas de luz”, ese bien intangible y fugaz que todo lo envuelve en este hermoso espacio (otro pecio, quizás, y en tal caso el más importante, el más valioso) donde hoy empieza su necesario camino VACA (Viniegra Asociación de Cultura & Arte).
Francisco Gestal
Fotografías: Jesús Rocandio (Casa de la Imagen)